domingo, 3 de marzo de 2019

La noche corre por las venas y se precipita a gritar lamentos 
cuento los pasos para llegar a salvo
no me peino hace varios días, ni quiero hacerlo
alboroto entre mis distancias
huyo a cada paso en el que me acerco 
como gacela corriendo del león que soy yo misma
depredador y presa en la danza de los cuerpos que se acercan y alejan
con la muerte espectadora 
marcando movimientos 
en una sonfonia que nunca se calla.
Porque es demasiado para cualquiera
 convivir para siempre con su propia voz en la cabeza
el espejo que acusa y obliga a reconocerse
en una piel que pocas veces pertenece a quien la habita
sentir la comodidad en los rincones de la carne 
es porfin sentirse a gusto en una casa de cristal 
por la que todo se filtra 
todo cae y se deja caer a su propio peso
somos las canicas del nuevo mundo
jugando a rodar, rozando entre nuestros aspectos
con la frialdad del vidrio condenado a las grietas
sin unirse jamás pero siempre juntas
una al lado de la otra 
pero la soledad jamás se aleja 
como un suspiro ahogado en marea
tormenta de arena en el desierto
el abrazo de un colibrí a su propio vuelo
después de dejarse caer voluntariamente 
cada llanto y logro 
es espectacularmente propio
en la asfixia de la sombra 
solo se puede mirar desde adentro
en la mágica danza 
de evadirse y encontrar
entre la niebla pedacitos de luz 
entre laberintos y barcos olvidados.
Mis manos son lo único que tengo.  






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